El
viajero
Rompió el reloj el vidrio que
protegía el gran cuadrante en el que los números romanos terminaban en unas
filigranas prolijas delicadas lo diseminó
sobre el montón de ceniza húmeda que dos noches atrás había sido la hoguera
temblorosa que él mismo había encendido
Estuvo acuclillado un momento entregado al trabajo pueril
de espolvorear de vidrio la masa grisácea y pegoteada de la ceniza después se paró y miró a su alrededor
La llovizna seguía impalpable lenta adensándose pareciéndose más y más a la niebla a medida
que se alejaba hacia el gran horizonte circular
Su cara permaneció más dura y más
tranquila que si la hubiese alzado para mirar la hora en el Big Ben
Estaba tan acostumbrado a esa llanura
que parecía retroceder a medida que él avanzaba que sentía por momentos la
ilusión de no progresar se había familiarizado tanto con ella y al
mismo tiempo se concebía a sí mismo como un hombre tan resignado y gentil que
el hecho de vagabundear por ella desde hacía cinco días su caballo había tropezado en un agujero se había quebrado la pata delantera
el hecho de dar vueltas en redondo sin poder encontrar un punto de
referencia un rancho un
árbol ni la posibilidad de guiarse por las
estrellas porque apenas si había dejado de lloviznar unas horas en cinco días y
en todo caso en ningún momento el cielo se había despejado
el hecho de estar perdido en la llanura sin
nada con qué alimentarse sin hablar otra cosa que inglés sin haber visto nada
viviente como no hubiesen sido unos pájaros negros rígidos altos en
el cielo
que emigraban no parecían producir en él ningún sentimiento la comprobación serena la desesperación fría la perplejidad
que emigraban no parecían producir en él ningún sentimiento la comprobación serena la desesperación fría la perplejidad
Un momento antes de romper el reloj la
perplejidad creció un poco
descubrir que después de caminar dos días parándose únicamente de tanto en tanto para jadear más cómodo se llegaba otra vez al punto en que la tregua de la llovizna había permitido encender una hoguera débil con la esperanza de que alguien divisase su resplandor la perplejidad creció un poco instalándose en su cara bajo la forma de una semisonrisa
descubrir que después de caminar dos días parándose únicamente de tanto en tanto para jadear más cómodo se llegaba otra vez al punto en que la tregua de la llovizna había permitido encender una hoguera débil con la esperanza de que alguien divisase su resplandor la perplejidad creció un poco instalándose en su cara bajo la forma de una semisonrisa
Nadie había divisado nada ni la hoguera que había encendido
ni las otras hogueras la
cara rojiza las ojeras azuladas los
cabellos color zanahoria rodeando la gran frente y la coronilla calva
el agua implacable las hace relucir
Está otra vez en el punto de la
hoguera sacó el reloj de su bolsillo lo rompió
diseminó los pedacitos de vidrio sobre la ceniza acuclillado
Se paró y miró el horizonte el pajonal no sabía que se
llamaba así se extendía hasta el horizonte gris
parejo monótono
Le llegaba a la altura de las caderas
A veces entre las matas había
claros estrechos estrictos
un hombre podía tenderse y desaparecer había que estar ahí para saber que existían
un hombre podía tenderse y desaparecer había que estar ahí para saber que existían
Cuando avanzaba las hojas filosas se
abrían chasqueando se cerraban por detrás
se paraba se daba vuelta ni rastro de su paso
estaba dado vuelta no notaba ninguna diferencia ninguna
su lengua su recuerdo decían me he dado vuelta me he dado vuelta no estuve todo el tiempo mirando en esta dirección
estaba dado vuelta no notaba ninguna diferencia ninguna
su lengua su recuerdo decían me he dado vuelta me he dado vuelta no estuve todo el tiempo mirando en esta dirección
No se percibe la más mínima diferencia
Es exactamente igual
la lluvia más transparente o más densa ya está más lejos o más cerca del
horizonte el cielo gris bajo el pajonal no sabía que se llamaba
así
hasta el horizonte gris parejo monótono
Razonable y gentil acepto
me he dado vuelta estoy
en otra dirección ahora giro otra vez estoy de nuevo en
la antigua yo creo
persevero Jeremy
Blackwood en nombre de la Compañía establece los puntos cardinales encontrará el saladero
Miró el montón de ceniza el reloj roto
diseminado siguió caminando
Anduvo un tiempo incalculable
negrura más pareja todavía que el pajonal más densa que la llovizna chasquido de las hojas flexibles se hundía hasta las caderas sonaba y resonaba en la mente en
el recuerdo durante
horas incluso y más si
se paraba un momento no dejó grieta el silencio no se pudo colar
Un chasquido seco terminando en una
especie de deslizamiento al volver
hacia atrás las hojas desplegaban
ese sonido y
lo hacían cimbreante
y resonante
Amaneció
Todo sigue ahí idéntico
férreo implacable la llovizna el cielo el horizonte el
pajonal
Sé que avancé la Compañía desde Londres sabe que caminé que avancé veo en el alba un punto idéntico a los otros un punto idéntico no
el mismo estoy seguro es mi propia palabra contra los pajonales el
cielo el horizonte la llovizna
Jadea
Está todo mojado el sacón de cuero retorcido pegoteado al cuerpo el agua chorrea por la cara los cabellos rojos color
zanahoria oscurecidos
llameantes
Caminó todo el día voy a parar cuando el agua
pare parándose únicamente
para jadear llegó la noche y la
llovizna
Paró
Se dejó caer hacia adelante sobre los pajonales que
se abrieron y se cerraron como un látigo
Quedó dormido inmóvil
Al alba únicamente el sueño se
desplegó un abanico fosforescente vio Londres flotando iluminada como una
catedral transparente Londres ladrillos rojos el ruido de los coches de los caballos
resonando sobre el empedrado gritos
de comadres de ventana a ventana mercados
pirámides truncas de tomates pescados blandos blancos abiertos
como en los mostradores de las pescaderías reses rojas mujeres cangrejos todavía vivos arrastrándose impúdicas descuartizadas prostitutas
mostrando sus senos manchados de pecas chicos
corriendo entre los vendedores ambulantes la música de las tabernas y de los mendigos
ciegos elevándose por encima de la muchedumbre
Se despertó inmóvil la cara aplastada contra los pajonales se
movió un poco los oídos todavía cerrados la sonrisa deshecha por la posición y por
el estremecimiento
Llegaré al saladero porque la Compañía
me eligió digno honrado
predestinado Jeremy Blackwood pelirrojo y gentil con
la razón y la memoria de su parte para vencer la tentación de lo idéntico de lo inmóvil
Bendita sea Londres
Bendita sea la muchedumbre que camina
por sus veredas benévolas
Bendita sea la luz que sale por las
ventanas de sus casas
Benditos sean el ruido y el color de
las ciudades
Jeremy se sentó despacio se quedó un momento con los ojos
abiertos orgullosos
Baja la cabeza y ve otra vez el montón de ceniza negruzco los
fragmentos de vidrio diseminados el reloj roto abierto el gran cuadrante circular en que los
números romanos terminan en unas filigranas prolijas delicadas
Gloria
A los viajeros ingleses y sobre todo
Gloria
A Jeremías Blackwood que no dejó ni
rastro de su viaje
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