24.1.12

Claudio Parentela
























MARGARET ATWOOD


EL ESCENARIO SE DIRIGE AL COWBOY


Cowboy estelar
yéndote despacio del Oeste algo
bobo, en tu cara
una sonrisa de porcelana,
arrastrando con un hilo un cactus
de papel maché con ruedas detrás tuyo,

sos tan inocente como una bañera
repleta de balas.

Tus ojos honrados, tus lacónicos
dedos de gatillo
pueblan las calles de villanos:
te vas moviendo, y en el aire frente a vos
florecen blancos

y dejás a tu paso una huella
heroica de desolación:
botellas de cerveza
masacradas al lado
de la ruta, cráneos de
pájaros blanqueándose al atardecer.

Yo debería estar observando
desde atrás de un acantilado o una vitrina de cartón
cuando empiezan los tiros, aplaudiendo
con admiración,

pero estoy en alguna otra parte.

Y qué pasa conmigo

qué pasa con el yo
encarándote en la frontera
que estás siempre intentando cruzar?

Yo soy el horizonte
hacia el que cabalgás, eso que no podés atrapar
con el lazo

y soy también lo que te rodea:
mi cerebro
esparcido con tus
latas, huesos, cáscaras vacías,
la basura de tus invasiones.

Soy el espacio que vos profanás
cuando pasás por él.


Selected Poems (1976)
Traducción Aníbal Cristobo




Claudio Parentela





















MARGARET ATWOOD


KING LEAR DURANTE EL RELEVO DE SUS HIJAS


Las hijas tienen sus fiestas.
Quién puede aguantar?
Lo han dejado en una silla
de la que no puede salir
en toda esta nieve, o probablemente
papel de pared. Sobre ruedas en algún lugar.
Él va a tener que ser astuto y cabezadura
y no revelarlo.

La mano de otro hombre
saliendo de una manga de tweed que no es
la de él se curva en su rodilla. Él la puede mover con la otra
mano. Aullar estaría fuera de lugar.

Quién sabe qué sabe él?
Muchas cosas, pero donde él está
no está entre esas cosas. Cómo ha sido posible
esta cueva, este choza?
Tal vez sea mediodía y tal vez no.

El tiempo es otro elemento
en el que nunca pensás
hasta que se va.
Cosas como techos, o el aire.

Alguien viene a cepillarle
el pelo, empujarlo en su silla para que tome el té.
Mujeres viejas se reúnen a su alrededor
con su perlas y vestidos de flores. Quieren coquetear con él.
Un viejo es algo raro.
Es un héroe sólo por estar acá.

Se ríen. Desaparecen
detrás de las espinas de los arbustos
en flor, o probablemente de un sofá.
Ahora lo dejan solo
con la televisión prendida
en el programa del tiempo, con el sonido bajo.

Una ráfaga fría barre
el campo baldío de este atardecer.
Tiene lugar la furia,
seguida de la cena:
algo que él no puede probar,
una textura marrón.

El sol se pone. Los árboles se curvan,
se levantan. Se curvan.

A las ocho llega la hija menor.
Toma su mano.
Le pregunta, Te dieron de comer?
Él le dice que no.
Él le dice, Sacame de acá.
Le gustaría mucho decir por favor,
pero no lo dice.

Después de una pausa, ella dice-
él la oye decir-
Te quiero como a la sal.


Eating Fire (1998)
traducción Mónica Miravet y Aníbal Cristobo