21.2.11

Pierre Alferi


domicilio y territorio de los peces (fragmentos)



Segunda habitación. Cuando el huésped adivina tu cara, 
la presencia que los lugares no consiguen de mí, 
un enfrentamiento empieza. Vamos, dejá de quejarte. Vos 
me reprochas tu reticencia, tu miedo a entrar. 
Mi habitación de estudiante daba a un patio,
un sol blanco, un árbol desnudo. 
Un espacio que asegura casi todas las necesidades, 
relegando al segundo lugar, al exterior, al menos un elemento
de la lista vital básica, comer, dormir, lavarse, leer. 
Un casillero, una variación sobre el tema arquitectónico más elemental: 
el cubo. En un pequeño marco de hierro, 
bajo un número de tres dígitos, había un nombre en la puerta; 
yo proyecto una sombra todavía temblando, 
que zigzaguea entre una cama plegable y un escritorio,
estantes. Pura coincidencia, pero a la que le debo 
esta sospechosa y poco saludable primera sensación de autonomía. 
Eras esta sombra, y mucho más, agrandada
hasta los ángulos de la habitación. Seguimos un pasillo,
linóleo, neón. Viniste acá para coger.
Me metí en tus sábanas frías, oímos pasos.
Cada uno en su puesto día y noche, la única ventana parpadea,
emite señales, mira la ciudad sin abarcarla,
vigila. Pero las escenas a través de las separaciones 

y -peor- las reconciliaciones? Yo no tenía mi lugar.
Eco y discordia, una pregunta que se responde con otra pregunta.
Recuerdo un aro que se había caído,
la separación de voces, una pelea. El segundo
pasa al primero. Sin embargo, estas todo el día solo,
como hacías antes, como una página, como una habitación. 
El segundo acto no es encontrarse, sino
dar un paso frente a la puerta. Casi nunca siento
la puntada de la soledad o su extenderse, uno es 
a más que una habitación, o menos, aunque contenido.


Le Chemin familier du poisson combatif (1992)
versión patricio grinberg



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